Hay gente que se demora en escribir un post días, a veces incluso semanas. Hay gente que pule su estilo como quien abrillanta los adornos de metal que posan en los estantes de los armarios. Hay gente que añade adjetivos delante de cada sustantivo, que enreda una frase con frases dependientes de otras frases. Hay gente que escribe párrafos sin un condenado punto y seguido.

Esos posts son precisamente aquellos por los que, al menos yo, paso más rápido. Aquellos post que dicen en lo que serían páginas aquello que podrían decir en un sólo párrafo. Y es que a base de lecturas alambicadas nos han convencido que lo más largo es mejor, cuando cualquier escritor sabe que el que lo hace breve, golpea dos veces (era así, ¿no?).

Un blog no es un libro, aunque algunos podrían serlo sin ningún problema. En su mayoría, un blog no se lee en el reposo, sino en la vorágine de la información. Un blog no está sólo en nuestra lista de lecturas, está justo detrás del que leímos anteriormente y delante del que está pugnando por detrás para que lleguemos a su contenido.

¿Quiere decir esto que no debemos cuidar nuestra escritura? ¿Que no debemos esforzarnos en cada entrada porque, al fin y al cabo, los lectores van a pasar por encima de ella, escaneando para ver si hay algo que sea de su interés? Ni mucho menos. A lo que me refiero es que debemos dedicar a una entrada un tiempo prudencial, el necesario para dejar claro lo que queremos decir, sin exhibiciones gratuitas de lo bien que sabemos manejar el lenguaje escrito.

Si nos gusta escribir, la manera más adecuada de mejorar es haciéndolo. Cualquiera que lleve un tiempo en esto te podrá decir que los primeros posts que escribió fueron desastrosos, pero que a medida que pasó el tiempo fue mejorando. Se trata de alcanzar la calidad a través de la cantidad, de mejorar a través de la práctica, de emplear el tiempo que gastas en leer posts como este en escribir tu propio post.

Veamos algunas recomendaciones que te pueden ser útiles para mejorar la calidad de tu escritura por medio de la cantidad.

  • Fíjate una periodicidad mínima. Puede ser un post diario o alternando un día, pero que sea realmente mínima; es decir, que cumplirás con ella a como de lugar. Y que sea realista con el tiempo que tienes disponible. Tal vez te gustaría poder escribir 5 posts diarios, pero no dispones del tiempo para hacerlo. Si te fijas esos 5 posts como un mínimo a cumplir, terminarás frustrándote.
  • Cumple la periodicidad a como de lugar, salvo imprevistos catastróficos y calamidades domésticas. Afortunadamente, cosas como esas no ocurren todos los días. Lo que si ocurren constantemente son las pequeñas excusas que nos llevan a procrastinar.
  • Ponte un mínimo de palabras por post: así, evitarás lo que se podrían considerar como twitteos. No hay nada malo en escribir posts cortos, salvo que la práctica que adquieres es menor. Un mínimo situado entre 200 y 300 palabras se sitúa en un rango adecuado que te permite decir algo interesante y que, además, te hará sentir que “has escrito”, en lugar de sólo poner unas letras tras otras.
  • Lleva contigo siempre algo con que anotar ideas para posts: una libreta, un celular, un cuaderno… Lo que te sea más cómodo.
  • Convierte en un hábito el anotar las ideas. Hay una regla que no sé si será de Murphy, pero encaja muy bien en su tipo: si no anotas una idea, se te olvidará. De hecho, creo haber leído que esto tiene hasta una explicación científica relacionada con el cerebro. Pero lo siento, no tengo la referencia: no la anoté ;-).
  • Cuando no sepas de qué escribir, echa mano de tus notas. Elije una idea y desarróllala.

La única manera de mejorar nuestra escritura es escribiendo. Todo consejo que leas al respecto puede resultar útil, pero si pasas más tiempo leyendo esos consejos que escribiendo, algo va mal, te lo aseguro. Así que, ya que has llegado hasta aquí, cierra el navegador y abre tu procesador y empieza a escribir inmediatamente.

Imagen obra de Gunnar Wrobel